jueves, 8 de febrero de 2018

LA HUERTA COMO SEÑA DE IDENTIDAD DE NUESTRO PUEBLO: POZOS, NORIAS Y ALBERCAS (I)


LA HUERTA COMO SEÑA  DE IDENTIDAD DE NUESTRO PUEBLO: POZOS Y ALBERCAS (I)






Taconeando
vienen las yeguas
cantarillos de lata
con agua fresca.

Un rayito de sol
en el pozo abandonado
brilla el caldero oxidado.

Isabel Escudero. Fiat umbra




Con este artículo pretendemos sensibilizar de la importancia patrimonial y el interés que desde una perspectiva etnográfica y etnológica,1 así como histórica, didáctica y cultural tienen estos conjuntos que formaron parte de una tradicional forma de aprovechamiento de las aguas en una actividad tan singular en nuestro pueblo como fue la huerta.  Una actividad que ha generado una serie de construcciones que forman parte de la arquitectura tradicional o vernácula;2 una serie de <<organizaciones arquitectónicas>> que se integran en lo que García Grinda ha venido a denominar <<la arquitectura del agua>>.3 Por ello, aunque centraremos nuestro trabajo en la huerta y los elementos relacionados con la misma, incluimos algunos otros elementos de la arquitectura tradicional vinculados al agua que forman parte de esa arquitectura del agua: pozos y fuentes, albercas, pilas y pilones, etc. Sin olvidar un elemento que supuso un gran avance en la extracción del agua de los pozos, la noria.



POZOS

Un pozo, como todos sabemos, es un hoyo de grandes dimensiones que se hace en el terreno intentando llegar al nivel freático que, excepto en los pozos surgentes, siempre se encuentra en una cota inferior a la del suelo; y así disponer de agua, tanto para el abastecimiento de las personas y los animales, como para regar las numerosas huertas que existían en nuestro pueblo.

         Antiguamente, estos pozos se hacían manualmente -con pico y pala-, cavando y sacando la tierra hasta encontrar la suficiente cantidad de agua que permitiera seguir trabajando en él para darle una mayor capacidad de almacenamiento. A veces, el trabajo se veía frustrado y  había que desistir por no encontrar el preciado líquido y volver a tapar el hoyo. Más tarde, aparecieron máquinas que por medio de una pala mecánica extraían la tierra y en poco tiempo conseguían hacer la concavidad, dándole mayor profundidad y anchura. Era conveniente forrar el vaso del pozo con una pared de piedra para darle mayor consistencia y evitar el derrumbe de la tierra.


Paredes de pozos empedrados utilizando la técnica de piedra seca


Algunos, sobre todo aquellos que iban a ser destinados al abastecimiento de agua para beber las personas, se remataban con un brocal de piedra disponiendo de una carrucha que pendía de un arco de hierro y provistos de un cubo cilíndrico de chapa metálica con base de madera para facilitar el llenado del mismo por el efecto de flotación y la consiguiente inclinación de la boca. Ahora, los pozos suelen hacerse de sondeo perforando la tierra, incluso la roca, alcanzando grandes profundidades y extrayendo el agua por medio de bombas mecánicas.

 Cubo y carrucha

Quizá la forma de extracción más antigua, aparte de la simple manual con un cubo o caldero atado a una cuerda, sería con cigüeñal, hoy en desuso. Después se emplearía la noria, para seguir con métodos más modernos a base de bombas manuales, motores de gasolina y bombas eléctricas.

Todavía, dentro del casco urbano podemos observar algún cigüeñal como el que se encuentra en los extramuros de la carretera de Valle de la Serena; y, con resto de una instalación a base de bomba manual, el pozo que se conserva en la entrada del Parque Nuevo y en la Viña de don Carlos.



Cigoñal o cigüeñal: pértiga, palanca o palo, contrapeso, cubo y horquilla sobre pie de granito



Bombas de extracción manual 


Existen algunas casas que aún conservan el antiguo pozo del que disponían en el patio o corral, y que servía para el abastecimiento del ganado y la limpieza doméstica. No se utilizaban para el consumo humano porque, como nos dice Casco Arias, las aguas de estos pozos se encontraban contaminadas: <<Son abundantísimas, a escasa profundidad y potables a excepción de las del pueblo que están cargadas de gérmenes y materia orgánica…>> (Casco Arias, 1961: 39-42).

Además, la población podía utilizar el agua de los pozos que se encontraban en algunas calles y que aparecían como suministradores públicos, como el famoso Pozo Dulce que diera nombre a la actual Plaza de Extremadura. Había otro pozo en la calle Cacería, en la que también podemos ver un simulacro –aunque en el original el brocal era cuadrado-, recordando la existencia de aquél, y situado casi en el mismo lugar donde se encontraba. Hubo también otro en esta misma calle en el ensanche enfrente del edificio de la Casa del Pueblo, que ya en los años sesenta se encontraba cegado.

Plaza de Extremadura y calle Cacería

Junto con estos pozos repartidos por las calles del pueblo existía un pilar en la actual plaza de Hernán Cortés (Parque Viejo) que servía de abrevadero para el ganado. Era frecuente realizar un encañado desde aquellas fuentes o manantiales para el abastecimiento alejados de los lugares más transitados o accesibles para los vecinos que se servían del espacio para sus caballerías y  ganado. Así, aquel pilar se surtiría de las aguas procedentes de una fuente o pozo situado en la calle Mártires, desde donde partiría una cañería que discurriría por la calle Cagancha hasta llegar a la plaza de Hernán Cortés donde, como sabemos, se encuentra un pozo que, posiblemente, fuera de construcción más reciente y surtiera al pilar en época más tardía.

<<Para el abrevadero del ganado había, dentro del casco urbano de la población, en el año 1840, cinco pozos y un pilar, y los vecinos se abastecían del agua potable de los pozos de las huertas. El pilar estaba situado en la actual plaza de Hernán Cortés, en el centro del parque; las aguas venían por cañería de un pozo de los extramuros situado en las traseras de las primeras casas de la calle de los Mártires, siendo esta conducción antigua>> (Casco Arias, 1961: 39-42).

De la existencia y construcción de  estas cañerías -ya en tiempos de los romanos-, nos habla Vitrubio en sus libros de arquitectura, y se encontraron indicios de sus restos durante las últimas obras de acondicionamiento de la calle Caganchas: <<… se harán tubos de barro cuyo grosor no sea menos de dos dedos y de suerte que uno de los extremos sea más estrecho, con el fin de que pueda encajarse dentro del otro. Las junturas se han de cerrar con cal diluida en aceite” (Libro Octavo, Capítulo IV, “De los modos de conducir el agua”).

Encontramos en la documentación referencias a los pozos que había en Quintana en 1595: <<Y poço que llaman el poço de Quintana en la calle que va de la villa de Campanario a la de Zalamea y el poço tenia un cigüeñal que sacaba el agua que iba a un pilar para las caballerías. Otro poço avia del dicho pilar que esta cubierto y  esa agua va encañada al dicho pilar>> (Visitación… 1595). A finales del siglo XVIII, había cuatro o cinco pozos en el pueblo para el abastecimiento de personas y animales que, tanto Agúndez como Madoz, los nombran por fuentes en número de cinco cada uno de ellos, mientras en el Interrogatorio de la Real Audiencia se citan cuatro.4

Desde antiguo, estos lugares (pozos, ríos y lagunas) han sido muy cuidados por ser parte esencial y vital en la supervivencia de los grupos humanos. A finales del siglo XV, vemos como se establecen las normas que han de regir para que el agua esté limpia y sea apta para el consumo de personas y bestias:

[19] Título de las lagunas, pozos y ríos : Otrosí, por quanto las lagunas, pozos y ríos de los lugares de la dicha villa de Magacela son muy necesarios para las bestias e conviene que se guarden con mucha diligencia para que el agua esté limpia para las dichas bestias e no se eche en ellas ninguna cosa para las dañar ni se haga en esto cosas de que puedena personas e bestias recevir peligro, ordenaron e mandaron que agora, e de aquí adelante, ninguno sea osado de echar madera en las dichas lagunas, ni palos ningunos, ni sarmientos, ni vencejos, ni juncos, ni otras cosas en las dichas lagunas, ni menos puedenlo hacer en pozos que en ellas, porque los dichos pozos se rescrecian peligrosamente después que se hinchan las dichas lagunas, so pena que el que echare la dicha madera incurra en pena de seiscientos maravedís y el que echare sarmientos, o juncos, o vencejos, o otras cosas semejantes [Fol. 24r], o lavare paños o mieses incurra en pena de sesenta maravedís por cada uez y el que [lo] hiziere [en] pozos incurra en pena de seiscientos maravedís.
Otrosí, porque del beber de los ganados menudos, ansí como puercos, y ouejas, y carneros, y cabras dañan las dichas lagunas, hordenaron e mandaron que agora, e de aquí adelante, ninguna persona sea osado de dar agua en las dichas lagunas a puercos, ni carneros, ni ouejas, ni cabras, ni borregos, y el que lo contrario hiziere; si fuere rebaño de cada caveça sesenta maravedís; e si no fuere rebaño de cada caveça dos maravedís por cada vez (Miranda, 2003: 104. Transcripción recogida del autor).

         A finales del siglo XIX, encontramos la ley de agua de 1876 que regulaba la construcción de pozos privados:

<<Art. 19. Todo propietario puede abrir libremente pozos ordinarios para elevar aguas dentro de sus fincas, aunque con ellos resultasen amenguadas las aguas de sus vecinos. Deberá sin embargo guardarse la distancia de dos metros entre pozo y pozo dentro de las poblaciones y de 15 metros en el campo entre la nueva excavación y los pozos, estanques, fuentes y acequias permanentes de los vecinos.
Art. 20. Para los efectos de esta ley, se entienden que son pozos ordinarios aquellos que se abren con el exclusivo objetivo de atender al uso doméstico o necesidades ordinarias de la vida, y en los que no se emplea en los aparatos para la extracción del agua otro motor que el hombre>> (BOP. Núm. 391. Sábado, 5 de julio de 1879).

El uso y la conservación de los pozos públicos se encontraban regulados por las ordenanzas municipales:

<<Merecerán la particular atención de las autoridades como medio de remover las causas generales de insalubridad: primero, la reparación, limpieza y curso expedito de los conductos de aguas sucias, de pozos inmundos, sumideros, letrinas, alcantarillas, arroyos, corrales, patios y albañales. Segundo el continuo y esmerado curso y aseo de las fuentes, calles, plazas y mercados…>> (BOP. Núm. 72. Lunes, 17 de junio de 1867).

Hasta la traída de agua potable y la realización de la correspondiente red de distribución para el abastecimiento de la población, que se llevaría a cabo en los años sesenta, el agua utilizada para el  consumo humano era la de algunos pozos que se encontraban en los extramuros: Pozo de la Pepa, Pozo de Doña Fuensanta, Pozo de la Fuente del Castillejo, Pozo Nuevo, etc.; además de usarse para beber el agua de fuentes y pozos de las huertas y fincas. La falta de higiene en estos pozos ocasionaba algunos problemas en la salud de los habitantes de Quintana de la Serena, como bien nos transmite Casco Arias:

 <<Todos los años hay una intensa epidemia de disentería bacilar de mayo a septiembre y se producen numerosos casos de fiebre tifoidea, sobre todo durante los meses de agosto, septiembre y octubre, que baja el nivel de agua en los pozos, y, según el teorema de Herzen, la morbilidad por cada caso de fiebre tifoidea que se produce da cinco enfermedades más de otra naturaleza>> (Casco Arias, 1961: 267-268).
Pozo de la Pepa, Pozo del Castillejo y Pozo Nuevo

Hasta estos años —década de los sesenta—, el agua era llevada a las casas en cántaros de barro apoyados sobre el rodete que se ponían las mujeres sobre la cabeza y, a veces, otro en el cuadril y el barril colgando. O bien, en las aguaderas de esparto a lomo de caballerías (asnos y mulas). Nuestros queridos paisanos Diego Rodríguez y Bibiano Carmona Barquero, han quedado perfectamente plasmada en sus libros esta labor desarrollada por las mujeres en el acarreo de agua:

<<Con un burro y unas aguaderas y cuatro cántaros al Pozo la Pepa o a la Fuente del Castillejo, que eran las aguas que se dedicaban a beber. Porque los pozos que están cerca o dentro del pueblo dan un agua vasta (Rodríguez/Zavala, 1999: 72).

<<Entre las tareas del hogar tenían la de acarrear el agua para beber en casa. Solían hacerlo con dos cántaros de barro; uno de ellos en la cabeza, donde para sujertárselo se ponían una rodilla, hecha de listas de tela y el otro cántaro en el cuadril. Los pozos de agua potable distaban uno o dos kilómetros del centro del pueblo. Entre los más utilizados estaban: La fuente del Castillejo, Fuentesanta, el pozo de la Pepa, el de la tía Higinia y el de la lancha hueca, entre otros. Cada cántaro haría unos 10 litros de agua. Este peso más el del cántaro en sí mismo, hacían un total de unos 25 kilos que diariamente tenían que soportar las mujeres de nuestro pueblo>> (Carmona, 2015: 80-81).

      Aguaderas y cántaros de lata                 Cántaro de barro

No podemos olvidarnos de la figura del aguador que en nuestro pueblo estuvo representado por la “cuba de agua” que suministraba el agua por las calles.

Otro uso diferente que se hacía en algunos pozos era el de utilizar su agua para lavar la ropa.

<<Un recuerdo a las mujeres /que iban a lavar la ropa, /con escarchas y con nieves /cubiertas con media toca. /Saliendo al romper el día, /al frío plantaban cara, /las primeras se ponían /donde el agua estaba clara. / Frascoluñas y arrazauces, pozo jinojo y la pepa / que la ropa allí lavada /quedaba como la nieve, /todavía habrá aquí alguna vieja, /que con nostalgias lo recuerde.>> (Pedro Gómez García. Presidente de la Junta de Gobierno del Hogar de Pensionistas de Quintana de la Serena. Libro de Feria, 1984).

Las mujeres se dirigían con su cesto cargado de ropa sucia y con el jabón elaborado en las casas, a base de sosa y aceite usadas. Había quienes se dedicaban a lavar la ropa de otras casas con lo que ayudaban a sostener la precariedad económica de sus familias. Uno de estos pozos era el Pozo Hinojo o “Jinojo”, que estaba situado en la zona donde actualmente se encuentra el tanatorio. Refiriéndose a esta labor, Bibiano Carmona Barquero, nos relata en su libro Retazos de mi vida: La Emigración:

<<Aparte de este cometido tenían también que lavar las ropas fuera de casa, en huertas situadas a las afueras del casco urbano, como la del “Pozo Hinojo”, junto al puente de la carretera de Villanueva de la Serena a Quintana. También frecuentaban mucho los charcones de la “Frascoluña” y las tablas de agua del arroyo “Cagancha”.
El medio de locomoción era el de ir andando con el cesto de ropa sucia en la cabeza y en la mano el caldero con el jabón, hecho en casa con sosa y con la grasa de los animales (el sebo), además de la merienda para ese día. Estas jóvenes, si tenían suerte y les hacía solo (sobre todo en invierno), recogían la ropa ya seca que, antes, habían tendido en la hierba, canchales o alambrada. Pero si el tiempo no acompañaba, la tenían que recoger mojada con el consiguiente peso en sus cabezas, como es de comprender>> (Carmona, 2015: 81-82).


 
Tinaja y botijo o barril

Cuando se rompía la cuerda, se destrababa o caía por alguna causa el cubo y quedaba en el fondo del pozo, se utilizaban las rastras para sacarlo. Éstas consistían en una serie de ganchos de hierro que, atadas a una cuerda, se introducían hasta el fondo hasta que se conseguía enganchar el cubo.

Rastras

Hasta la llegada de la potabilización del agua, en algunas casas existían unos dispositivos que se utilizaban para filtrar el agua. Estos eran los conocidos depuradores SINAI. El depósito, situado en la parte superior y provisto de una tapa, se llenaba de agua y ésta por decantación iba pasando por una serie de depósitos que contenían diversos materiales filtrantes, hasta llegar a la parte inferior donde se disponía de un grifo para sacar el agua. Todo el conjunto, dividido en varias piezas, se sostenía sobre un pie o pedestal del mismo material cerámico.

Depurador de agua 


La llegada del agua potable a Quintana llegaría siendo alcalde Don Carlos de la Cruz Barquero (Casco Arias, 1961: 190); todavía, en los primeros años de la década de los sesenta no se disponía de ella en las casas y vemos como hasta 1962 no comienzan las obras de captación de aguas para el abastecimiento. En el diario Hoy de 28 noviembre de 1962, se daba la noticia: <<Han empezado las obras de captación de agua con destino al abastecimiento de la población>>. Demasiado retraso, si tenemos en cuenta que esa necesidad de abastecer de agua potable a la población ya se había iniciado durante el gobierno de la Segunda República: <<Durante el corto periodo de la Segunda República […] Quedó pendiente de resolución el expediente de la traída de agua de la fuente del Castro. El ingeniero don Víctor Villa enviado por la Diputación Provincial, fue el que comenzó los estudios del proyecto>> (Barquero, 1979: 63).

De aquella época nos queda el antiguo depósito de agua de la Frascoluña y el recuerdo plasmado en algunas fotografías, de aquellas fuentes públicas que se construyeron en diversos lugares de la población. Estos lugares se convirtieron, como antaño lo habían sido los pozos, en punto de encuentro y espacio para la sociabilidad de las gentes de nuestro pueblo.

Antiguo depósito de agua y fuente en la calle Rodeo

La actuación más reciente llevada a cabo sobre el abastecimiento de agua a la población ha sido la construcción del nuevo depósito junto a la carretera de Castuera.
Nuevo depósito de agua


 Toponimia

En toponimia, al hablar, por ejemplo,  del Pozo de la Pepa podríamos decir que se trata de un hidrónimo o hidrotopónimo ‘pozo’ designando el nombre de propietario en forma familiar o hipocorística. Pero el Pozo de la Pepa, como otros pozos diseminados por los alrededores del pueblo, tienen, al menos para los vecinos de Quintana, algo más que su nombre y su mera funcionalidad, son poseedores de la historia, las vivencias y el recuerdo de aquellas familias que los regentaron y se sustentaron, en parte, de sus aguas, y las de aquellas otras familias que se sirvieron de ellas para su sustento vital, pues hubo años en los que había que acarrear el agua en cántaros para llenar la tinaja. ¡Vamos a por  agua al Pozo la Pepa! -se decía-, en aquellos años anteriores a los del desarrollismo franquista protagonizado por los llamados tecnócratas que por medio del conocido Plan de Estabilización de 1959 y los planes de Desarrollo Económico y Social, traerían, por fin, el agua a nuestro pueblo.

La voz ‘pozo’ es frecuente en la toponimia de Quintana de la Serena, por el mismo motivo aludido al principio sobre los numerosos pozos que se abrieron para regar las huertas existentes en los alrededores de la población.

Así tenemos los nombres de lugares usando la palabra pozo y sus derivados. Aludiendo a la calidad de las aguas, como Pozo Dulce. Apareciendo el propietario o poseedor, encontramos Pozo de la Pepa, Pozo de don Diego, Pozo de María Núñez, Pozo de Juan Blázquez, Pozo de Juan Blanco, Pozo de Juan del Río, Pozo de Miranda, Pozo el Tío Genaro, Pozo Patarro, Pozo Moreno, Pozo del Piojo. Asociados a la voz ‘fuente’, como Pozo de Fuensanta o de Doña Fuensanta, Pozo de la Fuente de los Castillejos. Haciendo referencia al momento de su construcción, como Pozo Nuevo, Pozo de la República. Asociados a fitónimos, como Pozo de la Higuera, Pozo de las Adelfas, Pozo Hinojo. Con referencias étnicas o religiosas, como Pozo del Moro o Pozo de Fuente Santa. En forma diminutiva, como Pocillo del Medio, Pocillo de Tena, Pocico, Los Pocicos. Señalando yacimientos arqueológicos, como Pozo de Tesoro, Pozo del Hornillo, Pozo de la Casería. Derivados de pozo, como Los Pozuelos, Las Pocetas. En forma diminutiva, Los Pocitos, Pocicos, Los Pozuelos.

POZO DE LAS ADELFAS
Recogido por Castaño Fernández, aludiendo “al paisaje circundante”. <<Esta voz de raigambre arábe-hispánica… El Pozo de las Adelfas>>(Castaño Fdez.,1998:91-92,194). En Hijovejo. <<APC.Quintana. Pedro Miguel Flores, 1738: “e Hijo Bejo pozo de las adelfas”, f. 9>> (Castaño Fdez., 1998:). <<Audiencia de Cáceres. PJC. RP., 1842. “Pozo de las adelfas”>> (BOP 01/01/1871).

POZO DULCE
 Nombre antiguo de la actual Plaza de Extremadura. Así la definía Casco Arias a principios de la década de los sesenta del siglo pasado: <<El Pozo Dulce es una plazuela pequeña y de poco tránsito>> (Casco Arias, 1961: 24). En dicha plaza podemos ver hoy  una construcción en granito a modo de simulacro que nos recuerda la existencia del pozo que daba nombre a la calle.

POZO DE LA HIGUERA
<<Una finca rústica en el término de Quintana de la Serena, al sitio Pozo de la Higuera […] Este, Josefa Moreno Garmendia y Condesa viuda de Darnius>> (BOP 09/04/1954).

POCILLO DEL MEDIO
Adjudicación de fincas para el aprovechamiento de yerbas y pastos realizada por la Dirección general de Propiedades y Derechos del Estado: <<…al sitio Pocillo del Medio>> (BOP 30/10/1885).

POZO NUEVO (Pozo de la República)
Aún podemos ver la existencia de este pozo ubicado en la Cañada Real Leonesa Oriental y que fue construido durante la Segunda República.5 Otro con el mismo nombre de pozo nuevo se sitúa junto al Silo.


POZO DEL MORO.- Se encuentra en la Pared.
<<…existen piedras labradas y sepulturas esculpidas en la roca, como las gemelas que hay en “La Pared” cerca del Pozo del Moro, que son paralelas y con huecos adecuados para la cabeza y para los pies>> (Casco Arias, 1961: 77)

La voz ‘moro’ puede aludir a la presencia musulmana, aunque en ocasiones se utiliza para atribuir antigüedad ‘tiempos de moros’. Recogido por Castaño Fernández en su estudio sobre los topónimos de la comarca de La Serena junto con otros dos parajes, uno en Castuera y otro en Esparragosa de la Serena: <<Son muchos los topónimos en los que la voz ‘moro’ está presente y sus significados pueden ser variados, desde una alusión racial, a un apodo, una elevación del terreno o la existencia de restos de construcciones recordemos que muchas veces se habla de algo antiguo como ´de tiempos de moros`>>.  <<Pozo del Moro>> (Castaño Fdez., 1998: 34, 37, 91, 92, 272).

 <<En la finca La Pared, en el lugar llamado Pozo del Moro existe una alineación de menhires; en la parte sur hay un menhir mayor que los demás, que tiene en su parte superior una pileta con su canal de desagüe y al lado otra foseta sin canal, que demuestra que era el monumento donde los primitivos realizaban los sacrificios y las solemnes ceremonias de carácter religioso. La alineación indica que este lugar se destinaba a las asambleas y lugares de reunión de las tribus […] existen piedras labradas y sepulturas esculpidas en la roca, como las gemelas que hay en “la Pared” cerca del Pozo del Moro>> (Casco Arias, 1961: 72-73, 77).

Según Casco Arias, durante la dominación musulmana: <<quedaron restos de algunas explotaciones rurales de regadío, como Meca, en la Sierra, y el Pozo del Moro, en la Pared>> (Casco Arias, 1961: 97).

 EL POZO DEL MORO. El apelativo “moro” alude, generalmente, a restos de construcciones de épocas pasadas, a los que se les denominaba “del tiempo de los moros”. En este sentido, quizás, quepa interpretar lo de “Pozo del Moro”, siguiendo a Castaño Fernández, como opuesto a “Pozo Nuevo”. Es decir, lugar en el que existe un pozo de cuya construcción no hay memoria. Esta zona, por referencias orales, debió contar con abundantes restos arqueológicos pertenecientes a distintos períodos históricos y culturales, la mayoría de ellos desaparecidos, como una posible alineación de piedras graníticas, ¿menhires?, así mencionados en la citada obra de Cascos Arias, y que fueron aprovechados a mediados del siglo XX para nuevas construcciones; una piedra contrapeso de aproximadamente un metro de altura y material numismático: monedas en bronce de forma aproximadamente circular con una cara labrada y la otra lisa. Hoy, apenas contamos con algún que otro montón de ripios, el pozo que le da nombra al lugar, igualmente empedrado como el de Angarilla y varias piedras de molinos.
Además, cerca de este sitio, se encuentran dos tumbas antropomorfas, probablemente altomedievales, excavadas en una afloración  granítica del terreno (León, M. /Carmona, Mª. C., 2006: 47-48; 2011: 64-65).


POZO DE LA PEPA
Se accede por el camino de Meca que sale desde la actual Plaza de la Concordia y girando hacia el Cerro Travieso nos apartamos por una pequeña vereda que pasa junto a una antigua era y nos adentramos en una huerta en la que todavía podemos ver el Pozo de la Pepa. A este pozo se acudía para llenar los cántaros de barro o de lata que eran transportados por las mujeres, a veces, “uno en la cabeza, otro en el cuadril, y el barril colgando”, o en las aguaderas transportadas por caballerías, a sus respectivas viviendas para su abastecimiento como agua de beber, por la cual había que pagar:

<<[…] por el cántaro pequeño que llevaban las crías una – perrilla-  y por los grandes de las mujeres una –perra gorda- por el barril no cobraban y por los cántaros de lata el doble (2 perras gordas) los últimos años subieron y por el grande de lata se cobraba dos reales>>> (“El Pozo de la Pepa”. Jmarisanchez. Cosasdequintana.@Quintanejos.


POZO MORENO

Con el nombre de su propietario. <<Los propietarios aparecen también con su nombre en aposición a ‘pozo’, presumiblemente por caída de preposición>> (Castaño Fdez., 1998: 91, 265). <<APC. Quintana. Diego Fernández de los Ríos, 1680: “hera de las matas baldio de las siete villas al sitio del pozo moreno”, f. 101>> (Castaño Fdez., 1998: 224). Recogido en su apartado de apodos: <<Bastantes se refieren al pelo de las personas y su color: … Pozo Moreno>> (Castaño Fdez., 1998: 262-26). <<Audiencia de Cáceres. PJC. RP., 1774. “Pozo moreno”>> (BOP: 18/09/1870). También: Camino Pozo Moreno (BOP: 15/05/1925).

POZO DEL TESORO

<<También junto al Yacimiento Arqueológico de Hijovejo han aparecido numerosos restos arquitectónicos labrados en granito o bien en mármol, entre ellos un prisma de granito “Gris Quintana” con los genitales masculinos gravados en bajo relieve en uno de sus lados.
Asimismo, varias columnas y antiguas cimentaciones aprovechadas por el actual propietario para la edificación de la vivienda, y un gran pozo empedrado, que es conocido en la localidad como “El Pozo del Tesoro”.
         Todo lo cual denota cierta suntuosidad, que contrasta con la austeridad de las instalaciones del recinto fortificado, por lo que muy bien podría tratarse de la residencia señorial de esta fortificación, cuando se transformó en “villa” (León y Carmona, 2006: 12- 13).

POCILLO DE TENA
<<Audiencia de Cáceres. PJC. RP., 1845. “Pocillo de Tena”>> (BOP 04/01/1871).

POCICO
<<Audiencia de Cáceres. PJC. RP., 1847. “Pocico”>> (BOP 16/10/1870).<<Audiencia de Cáceres. PJC. RP., 1851. “Pocico”>> (BOP 26/01/1871). “Pocico” (Castaño Fdez., 1998: 90,33).
         También La Vereda de los Pocicos.<<APC. Quintana, F. García Cuadrado, 1726: “Vereda de los Pocicos”, f. 59>> (Castaño Fdez., 1998: 90, 238, 259, 304).

LOS POCITOS
Aparece en el trazado de la Cañada Real Leonesa Oriental realizado por Juan Manuel Escanciano en 1852, a continuación de  Mojón Gordo y antes de la Laguna del Dornajo-Dorpajo. (Maldonado, 2005).También: Olla del Pocito.

LOS POZUELOS
Derivado de ‘pozo’. Sufijo diminutivo –zuelo. Po-zuelo. El Pozuelo (Castaño Fdez., 1998: 90,91). Paraje al suroeste y próximo a la población, entre la Carretera del Valle y la Vereda del Solito.


Pozo de Fuente Santa

Notas
1.     <<… la arquitectura tradicional no es una mera “expresión material”, con valor en sí misma (valoración etnográfica) de acuerdo con los criterios estéticos o arquitectónicos que queramos atribuirle. Por el contrario, su valor radica en su condición de verdaderos textos documentales (valoración etnológica), que nos hablan del pasado y del presente, de la evolución de una colectividad, de cómo ha resuelto sus necesidades materiales y espirituales, y de cómo se han articulado los diferentes sectores sociales que la han conformado en el marco de relaciones sociales muy concretas>> (Juan Agudo Torrico y Nieves Santiago Gala: “Arquitectura tradicional: Indefiniciones y reconocimientos en las formulaciones internacionales sobre patrimonio”, en Martín Galindo, José Luis (Coord.), La arquitectura vernácula. Patrimonio de la humanidad. Tomo I, pág. 24).
2.     << …“arquitectura tradicional” o “vernácula”: el modo como unos materiales, generalmente extraídos del entorno natural, y técnica constructivas, adquiridas bien por procesos evolutivos endógenos o por préstamos culturales, han servido para dar respuesta a las necesidades físicas y sociales de un colectivo, generando modelos arquitectónicos (técnicas constructivas, diseños espaciales, y resultados estéticos), con unos logros originales en razón de la experiencia histórico-cultural y adaptaciones ecológicas propias de cada territorio>> (Ibidem. Tomo I, pág. 23).
3.     <<La actividad humana desde sus comienzos ha venido empleando el agua para un buen número de usos que han aprovechado sus distintas cualidades, desde el propio como líquido de la vida, a ser bebido y servir de riego de especies vegetales, para ser mezclado con otros productos para facilitar su utilización posterior, como útil de maceración o limpieza de personas, animales o cosas […] La especificidad de estas utilidades y la particularidad de la forma que tiene su presencia en cada territorio, junto a la propia experiencia histórica de la actividad humana, ha generado un buen número de organizaciones arquitectónicas de mayor o menor entidad que se constituyen en lo que hemos denominado como la arquitectura del agua>> (José Luis García Grinda: “La arquitectura del agua”, en La arquitectura vernácula. Patrimonio de la humanidad, T. I, pág. 159).
4.     <<Que hay también quatro pozos y un pilar para el surtido de personas y caballerías…>> (Interrogatorio de la Real Audiencia, 1791). En 1849, Pascual Madoz: <<No sirviendo sino para los ganados 5 fuentes y un pilar que hay dentro de ella>>.
5.     <<Se abrieron varios pozos para facilitar agua potable a ciertos barrios de la población, tales como el camino de Zalamea, que carecían de ella a corta distancia>> (Barquero, 1979: 63).


BIBLIOGRAFÍA
AGÚNDEZ FERNÁNDEZ, Antonio: Viaje a la Serena en 1791. Cáceres, 1955.
BARQUERO BARQUERO, Tomás de Aquino: Un trozo de la historia de mi pueblo. Quintana de la Serena. Gráficas Robles, Humanes de Madrid, 1979.
BOLETÍN OFICIAL DE LA PROVINCIA DE BADAJOZ. Colección Histórica 1835/1997. Diputación Provincial de Badajoz.
CARMONA BARQUERO, Bibiano: Retazos de mi vida: La Emigración. Editamás. Badajoz, 2015.
CASCO ARIAS, Juan: Geobiografía e historia de Quintana de la Serena. Editorial Prensa Española. Madrid, 1961.
CASTAÑO FERNÁNDEZ, J.M. Los nombres de La Serena. (Estudios de toponimia extremeña). Editora Regional de Extremadura, Mérida (Badajoz), 1998.
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VITRUBIO POLIÓN, M.  Los diez libros de Arquitectura. Alianza Forma. Madrid, 2002. 
  
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FOTOS
Juan Fco. José Dávila Sánchez
Foto antigua: Colección Juan Ramón.

Juan Francisco José DÁVILA SÁNCHEZ

Quintana de la Serena, 2018















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